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¡CUÁLES MURALLAS!

Los chinos desbordaron el mundo

El hambre los llevó a convertirse en líderes de la producción y comercialización de calzado y ropa


LOS sabios de la economía no dudan en manifestar: China se adueñó de la productividad y del comercio orbital de prendas de vestir; como ellos, ninguno. Quitar del camino a Estados Unidos, que era intocable, son hechos y palabras mayores. Los números son impresionantes. Las calculadoras están quedando pequeñas para medir matemáticamente su impacto en fabricación de calzado, ropa y similares Los chinos, que son herméticos, poseen un sentir de patria increíble. Comenzando por lo que ganan a nivel internacional, lo reinvierten en su país. Es un proceder cultural: vigilados por el gobierno, lo cual garantiza estabilidad y mano de obra para los más de 1.400 millones de personas que laboran como hormigas para asegurar lo básico: alimento, techo y educación. Para el Estado chino, la ocupación es una herramienta, por eso los zapatos y la ropa que confeccionan, lo mismo que textiles y materiales, se ven en los lugares más lejanos del planeta a precio de huevo… Los chinos desbordaron el mundo con prendas de vestir. La estrategia inicial fue traer mercancía a Colombia y de regreso llevar materiales, que se consideraban basura, inusuales en nuestro medio y ellos se encargaron de transformarlos en elementos fundamentales para el diario vivir de las personas y en sus majestuosas obras. Para los chinos no existen murallas: llegan a donde sea, analizan e

invierten basados en estudios de mercado, y cuando los dividendos no les dan hacen la fácil: se van a otras naciones que tienen en su radar, donde encontrarán lo que buscan para que sus negocios sean viables; necesitan vender volúmenes. De ahí las mediciones que realizan de la situación económica de cada nación para, con base en eso, fabricar las prendas de acuerdo al perfil y poder adquisitivo. La táctica de los chinos ha sido magistral: primero aseguran comercios y materias primas, después lanzan una ofensiva con calzado, ropa y similares, hasta colocar la industria y el comercio a sus pies, obligando a empresarios e inversionistas a mirar hacia China, donde les tienen todo. Los chinos aterrizan en cualquier lugar, para quedarse. Es poco lo que experimentan, van a facturar, por el sistema de mercado que aplican, que va desde lo político hasta lo empresarial. Pocas veces un chino pierde dinero, el plan consiste en invertir a corto y a largo plazo, con una rentabilidad que les permite cobrar por ventanilla. Parece un chiste, pero cuando el presidente Donald Trump amenazó con subirles los aranceles más de 150 por ciento, los chinos no se amedrantaron; por el contrario, fueron cautos y comenzaron a sacar sus fichas, convencidos de que Trump postergaría la decisión y dicho y hecho: dio un plazo de 90 días para revisar la situación, pero fue más porque está cerca la Navidad y necesitan productos de primera necesidad para diciembre, que solo los fabrican los chinos: vestuario y demás. Entonces, era mejor un compás de espera, mientras le pasa la rabieta a Trump, a quien le apareció un gallo con espuelas bien afiliadas para atenderlo: los chinos pelean con ideas y objetivos económicos, son sus armas para desplumar al enemigo, por tener una envidiable autonomía… no dependen de nadie. En cambio, Estados Unidos vive de los intereses de quienes requieren préstamos para sostenerse. Es tanta la osadía de los chinos, que se están dando el lujo de prestar dinero a bajos costos, lo cual es otro desafío para Donald Trump, quien comenzó gritando y ahora habla pausado sobre aranceles, intercambios comerciales y negocios con el gigante, que no admite imposiciones. En vestuario, China es un monstruo. Ellos manejan a su antojo el calzado, ropa, textiles y confecciones. Es tanto el poderío, que se convirtieron, además, en un país turístico, donde se hacen negocios y se pasea en familia. Lo que se ve allí es maravilloso: plantas de producción, edificios, puentes colgantes y vías, que causan envidia, pero… de la buena, expresan quienes han viajado y les ha pasado por la cabeza que en Colombia se podría hacer lo mismo, pero con una mentalidad diferente de quienes nos administran, que piensan más en el individualismo mal enfundado, que nos tiene colapsados. El desarrollo industrial y comercial es el pulmón de una nación, de eso no cabe la menor duda, y más si se trata del sistema moda: cuereros, zapateros, confeccionistas y afines, quienes mueven el empleo y la caja registradora, a quienes se les debería declarar de interés nacional, para que tengan recursos asegurados y no dependan de créditos bancarios que, en vez de encumbrarlos, los sepultan.

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