𝙴𝙻 𝙰𝙳𝙸𝙾𝚂 𝙰 𝚀𝙰𝚃𝙰𝚁, 𝚄𝙽 𝚉𝙰𝙿𝙰𝚃𝙰𝚉𝙾 𝙰 𝙻𝙰 𝙴𝙲𝙾𝙽𝙾𝙼Í𝙰
Fabricantes de calzado y confeccionistas se quedaron con miles de prendas y proyectos, por el traspié de la tricolor.
El fútbol no es solo goles y emociones. Detrás de éste deporte se manejan muchos proyectos que van desde la valorización de jugadores hasta un creciente desarrollo económico, por los millones de prendas de vestir: camisetas, uniformes, guayos, balones y artículos alusivos a la Copa Mundo Qatar 2022, que se venden.
La eliminación de la Selección Colombia les quitó el pan de la boca a millones de empresarios, de todos tamaños, que
se quedaron con las zapatillas y ropa hechos, al igual que con proyectos engavetados, lo cual es un zapatazo para los protagonistas del sistema moda, que habían fincado sus esperanzas en el combinado tricolor que, por los múltiples errores, no veremos en los céspedes catarís.
El fracaso le trae millonarias pérdidas a la economía nacional. Los zapateros, confeccionistas, textileros y afines, lo mismo que los sectores gastronómicos, bares y de televisores, entre otros, están pagando lo que los dirigentes, entrenadores y jugadores dejaron de hacer, por pensar más en el señor billete que en un país que necesitaba que la Selección clasificara, para disimular la miseria. Pero no, pudo más el yo mando, así mande mal, que el ser sesudos y sudar la camiseta.
CUAL ESTRATEGIA
Ante el revés, nos salen con la película del todos somos culpables. Quienes deben responder son Ramón Yesurun y compañía, que sacaron a sombrerazos a Carlos Queiroz y a José Pekerman, para, por descarte, poner a Reinaldo Rueda, quien, con su filosofía de juguemos al no marquemos goles, sepultó ilusiones y dejó cojeando a quienes viven del rebusque: vendiendo camisetas y tenis; a quienes les abren las puertas a los aficionados para que, con cerveza, aguardiente y comida, apoyen a su Selección.
El Mundial, sin Colombia, no es lo mismo para la gente y el desarrollo económico. Las pérdidas son monumentales, dicen los zapateros-confeccionistas, a quienes les salieron hernias haciéndole fuerza al combinado patrio para que derrotara a Perú, que nos pintó la cara en el Metropolitano de Barranquilla (0-1) y venciera a Venezuela (1-0), pero no alcanzó ni siquiera para ir al repechaje.
Las últimas ventas de camisetas y banderas estuvieron regulares. Había un preludio de adiós a Qatar. Los amantes del deporte de las multitudes sentían que Colombia no clasificaría, por la rotación de técnicos y débil exposición estratégica de Rueda, a quien contrataron para apagar un incendio e hizo cenizas la ilusión mundialista.
Hoy, quienes pagan los balones desinflados, son los sectores productivos, que hasta último momento cruzaron los dedos, esperaban un golazo que no se dio. Ahora tendrán que reinventarse, sacando al mercado camisetas y similares de las selecciones de Brasil y Argentina, que son los ases por Suramérica para levantar el máximo galardón.
El pero ahora está en cómo fabricar camisetas de Brasil y Argentina si los ahorros fueron invertidos en artículos y proyectos que llevan el amarillo, azul y rojo de Colombia. Quedamos atados de pies y manos. A no ser que el gobierno y los responsables del tropezón nos apoyen, de lo contrario la pobreza se agudizará, manifiestan quienes están dedicados a fabricar calzado y vestuario deportivo, y ahora no saben cuál será la alternativa para conseguir lo del diario.
LA ILUSIÓN
El Mundial de Fútbol era el faro de los productores y comercializadores de vestuario. El fracaso hacia Qatar se suma a las escasas producciones y ventas; a la crisis empresarial por la pandemia y al pírrico respaldo financiero del gobierno… La Copa Mundo era la salida, expresan con nostalgia quienes desde hace 2 años han tenido que recorrer un difícil camino y cuando esperaban un respiro con la Selección Colombia, Reinaldo Rueda y sus discípulos los crucificaron.
La Selección nos garantizaba una economía más dinámica y una recuperación progresiva si Colombia avanzaba a la segunda ronda en Qatar, el consumo sería mayor. A esperar cuatro años, durante los cuales se tendrán que corregir los desaciertos de los dirigentes y afinar la estrategia, para evitar otra vergüenza, señalan los afectados del sector empresarial, del cual también son bien importantes quienes comercializan televisores, a quienes se les derrumbaron las ventas, ahora tendrán que feriarlos, porque en las bodegas se les desvalorizan, por la permanente rotación de tecnologías.
El Mundial de Qatar no tendrá la misma dimensión para los colombianos, que lo verán, pero no con las mismas expectativas y entusiasmo, por la ausencia del equipo cafetero. Tendremos que gozar los goles ajenos y muy de madrugada, lo cual hará que el consumo de bebidas y alimentos caiga ostensiblemente.
La Selección Colombia, en vez de darnos una alegría, nos dio una patada y nos encimó una bofetada, que los que más la están sintiendo son quienes mueven la economía, a todos los niveles.
¿INTOCABLES?
Los que manejan el fútbol podrán creerse muy independientes e intocables, pero habrá que metérseles al rancho a Ramón Yesurun y a Álvaro González, para que respondan y rindan cuentas; manejan rubros millonarios, que no van a parar a los bolsillos de quienes dan el espectáculo, sino a un pequeño grupo de indolentes, que juegan con la imagen de una nación… estar en un Mundial de Fútbol es, además de un honor, un espacio para mostrar qué es Colombia en el universo.
A mí también me ha dolido en el alma la eliminación de la Selección. Que algunos endosan al talentoso James Rodríguez, quien es solo una pieza de este ajedrez llamado fútbol. Buscar culpables es fácil, encontrar los responsables, he ahí, el trasnocho; quienes manejan el negocio parecieran estar blindados ante la justicia, que al mejor estilo VAR: validan o anulan goles, según su conveniencia.
Tenía la impresión de que los políticos eran los únicos que hacían lo que se les daba la gana. En el deporte del fútbol también hay triquiñueleros que afectan a 50 millones de hinchas, que se sienten impotentes y sin palabras ante tantos desengaños de unos pocos que, en vez de sonrisas, nos generan lágrimas… tristezas.
No más: es hora de cambiar, en todos los aspectos. Como vamos, no será el virus el que nos enferme y nos lleve a la tumba, sino tantos mentirosos y traidores.
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