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Foto del escritorJOSÉ YESID ÁNGULO CAMPOS

¡🅴🆂 ​ 🅰🅷🅾🆁🅰 ​ 🅾 ​ 🅽🆄🅽🅲🅰!

Producir lo mejor, vender a precios justos y pagos al contado, pasos inevitables en la industria del calzado y afines.


Sólo los años nos enseñan que lo hermoso no dura toda la vida; que si no tenemos los pies bien puestos sobre la tierra, terminamos en medias y sin zapatos.

Pensé, durante mucho tiempo, que los fabricantes de calzado eran tan poderosos, que se daban el lujo de producir sin saber cuánto invierten, qué ganancias tienen; dan créditos indefinidos y se someten a los precios impuestos por los comercializadores, al igual que pagos.


También me imaginé que los zapateros eran protegidos por el Gobierno y que por eso les despachaban mercancías al por mayor y al detal a los mayoristas, quienes, sin invertir un centavo, abrían puntos de venta, cadenas de almacenes, tiendas y boutiques, con un mínimo esfuerzo.


El fabricante es feliz con el pago a cuenta gotas, con tal de que lo vean produciendo, sin importar que los agiotistas se queden con sus ganancias, por el cambio de cheques, letras y pagarés.


Ese modelo de negocio fue fantástico. Al industrial de calzado, si es que así se puede calificar a los zapateros (más bien artesanos), le funcionaba la estrategia. Le importaba avanzar. No miraba atrás.


Los peleteros (comercializadores de materiales) visitaban a los productores y les soltaban millones en cueros, pegantes, hilos; lo que necesitan para producir zapatos. El fabricante compraba lo que le ofrecieran, sin ‘darse’ cuenta de las millonarias deudas con los proveedores de insumos, quienes, así como los surtían (sin trabas), también pedían cumplimiento, utilizando una metodología: abóneme. Les pagaban cien pesos y les despachaban dos más en materiales. Don fulano es un magnífico zapatero, es buena paga. Los elogiaban, mientras que las deudas crecían, y cuando despertaron se dieron cuenta de que los créditos superaban los activos.


Entonces, los lujosos carros, casas y apartamentos, porque la tecnología (máquinas) no alcanzaba para pagar, entraron en riesgo. El debe fue alma y nervio de los zapateros, hasta cuando tuvieron en sus manos fajos de billetes que no dejaban ver una realidad, llamada apariencia; aquella que les permitió sonreír, por ver lo que recibían y después llorar por ‘ignorar’ lo que adeudaban… Todo por los pésimos cálculos.

Los zapateros tienen una capacidad envidiable. Pero también un déficit que no les permite ser íntegros: la autosuficiencia, que así como da, quita, por no medir el qué me pagan y el qué debo pagar… por creer que lo que entra es solo para el bolsillo, y así no son los negocios… la responsabilidad es de parte y parte; allí se concentra el secreto del tú creces, yo crezco, especialmente en la industria del calzado, en la que es prohibido tropezar.



Cuando preguntamos por qué la industria del calzado no es consistente, encontramos respuestas como esta: es que el Gobierno no nos tiene en cuenta, no nos ayuda. ¿Quién dijo que el Estado está para patrocinar a quien aporta poco o nada? De lo que damos, recibimos. Comenzando por demostrar que los zapateros y afines son protagonistas del desarrollo empresarial, que aunque lo son, no tienen cómo certificarlo con creces ante quienes están obligados a fortalecer a los que pagan impuestos y generan empleo.

Hoy, los zapateros tienen la oportunidad de hacerle ver al Gobierno lo indispensables que son en el crecimiento de la gente, en la expansión empresarial y en la generación de mano de obra, sin que se tenga en cuenta la legalidad (por ahora), que es, por donde se observe, el camino para que haya orden y desarrollo integral. Algo diferente seguirá acrecentando el desbarajuste del aparato productivo del país, en el que la cadena productiva del cuero, calzado y afines, textileros y confeccionistas, es esencial en la clase media baja.


La pandemia tiene a los zapateros cojeando, pero con inmensos deseos de recuperar los espacios perdidos y con disposición de pertenecer al desarrollo económico, siempre y cuando les otorguen beneficios que les permitan hacer parte de la industria y el comercio elite, con impuestos moderados y planes contundentes que erradiquen el contrabando; de lo contrario, no habrá cómo competir frente al precio de los zapatos y ropa china y de una competencia que no tiene compasión.


El sistema moda es totalmente diferente a otras industrias. Quien estrena calzado y ropa hoy, demora entre 30, 60, 80 y 120 días para volver a comprar.


Eso debería ser tenido en cuenta por la DIAN. La venta de vestuario se comporta al ritmo de los ingresos, y como es de público conocimiento la desocupación en Colombia es inmensa.

Lo anterior obliga a un análisis profundo de lo que tendrá que ser el sistema moda, para que en el 2022 no esté en lo mismo de siempre: buscando soluciones sobre la marcha.


Zapateros, a fabricar lo mejor, a vender a precios justos y a que les paguen de inmediato. Parar las producciones por los costos de las materias primas, sería un error. Colombia necesitará demasiado calzado este fin de año.


Las variables del mercado mundial no las frena nadie, tenemos que acostumbrarnos al sube y baja, por lo que la presunción, en el costo del calzado y ropa, prevalecerá. Ya no se puede asegurar: el calzado vale $50.000. Ese es el precio de hoy. Mañana podría ser de $55.000 o $60.000. Dependerá del costo de los materiales.


Eso significa que no es posible acordar precios de materias primas entre industriales, peleteros y fabricantes de calzado, porque escasean el PVC, TR, EVA y el Expanso para producir suelas; lo mismo que los químicos para curtir cueros y derivados del petróleo para fabricar pegantes, sintéticos y plásticos.

Mis (nuestros) zapateros merecen respeto. Por ellos hasta el borde de la tumba El Gobierno debe entender sus necesidades y apoyarlos.


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