LO QUE NOS DEJA ESTA EXPERIENCIA
El 90% de las empresas en Colombia son MiPymes
Varias cosas han quedado claras en medio de la pandemia. La primera, es que no estábamos preparados para atender esta situación a nivel mundial y mucho menos a nivel nacional; la segunda, es que definitivamente sí hay brechas entre los que tienen mucho y los que sólo subsisten. También fuimos testigos de la capacidad de resiliencia que tuvieron los empresarios para sostener sus empresas y, al mismo tiempo, garantizar el empleo a muchos de sus funcionarios, pero lo más repudiable, es que vimos a pescadores en río revuelto queriendo ganar protagonismo con discurso de intolerancia y odio a todo lo que tenga tinte institucional.
FUERA DE BASE
Así nos cogió la pandemia. Primero no se sabía exactamente cómo se produjo ni de dónde salió, y lo que vino fue especulaciones e improvisaciones para frenarla; se tomaron medidas extremas de cierre de fronteras y al mismo tiempo de parálisis a la economía, se prohibieron las aglomeraciones, la apertura de toda actividad pública o privada y con mayor razón todo lo que representara una actividad económica, y ante esta situación las consecuencias fueron lamentables para los Gobiernos, que no recibieron a tiempo el impuesto que se impone a todo el que tenga una iniciativa privada y, por el contrario, tuvieron que decretar emergencias económicas o acudir a las reservas para sostener sus economías.
BRECHAS QUE PUEDEN SER ZANJADAS
Con la pandemia se desnudó la realidad de muchas familias que izaron el trapo rojo y otras que tuvieron que salir de sus pertenencias para poder subsistir o que engrosaron la alta tasa de informalidad en el país y el mundo, y aquí se vio también la capacidad de respuesta que tienen los Estados para defender a sus ciudadanos y obviamente a sus economías; si los departamentos tuvieran representantes dignos en el Congreso y en los demás escenarios políticos, no habría esas diferencias que develamos, porque los recursos económicos, logísticos, técnicos y humanos hubieran estado a disposición de los más necesitados y no sólo privilegiando a la élite política y social de sus territorios; si la función social de la política y de sus representantes se hubiera desplegado, otro sería el escenario en medio de la crisis.
LA IMPORTANCIA DEL SECTOR EMPRESARIAL
El 90% de las empresas en Colombia son Mipymes, generan el 35% del Producto Interno Bruto y el 80% del empleo en nuestro país. Pese a todas las contingencias, la mayoría depuso sus propios intereses, con el único fin de garantizar el empleo de sus colaboradores; es claro que se cerraron muchas empresas por culpa de la incertidumbre en el manejo de la pandemia y aun así los que siempre han sido empresarios se han vuelto a endeudar para iniciar de nuevo y poder seguir construyendo país.
Pese a todos los esfuerzos del Estado para sostener el tejido empresarial que otros quisieron sepultar, las Mipymes siguen sacrificando sus ganancias con tal de no entrar en crisis y dejar el esfuerzo de toda su vida en manos de quienes nunca han generado riqueza para el país y que se lucran de sus ganancias.
Faltó más apoyo a ese 90% de los empresarios. Las emergencias económicas, el subsidio a la nómina, el adelanto de la prima, la reprogramación del calendario tributario y hasta los días sin IVA, no han sido suficientes para sostener esa economía de sudor y lágrimas de los empresarios de nuestro país.
ANARQUÍA, EL SUSTENTO DEL CAMBIO
Todo lo que tuviese tinte institucional fue el objetivo de los saboteadores en las marchas pacíficas que, con razón, el pueblo espontáneamente organizó. No entendí nunca por qué atentar contra las instalaciones públicas, los monumentos, las estaciones del sistema de transporte y, peor aún, contra los servidores públicos, era la carta de presentación de los mal llamados líderes de la primera línea. No tenía ninguna lógica que no dejaran pasar las ambulancias, los camiones con oxígeno o con alimentos, y mucho menos que asaltaran los comercios de barrio, que en últimas son los que garantizan empleo y alimentación en las cadenas básicas del tejido socio-económico; hasta hoy no me cabe en la cabeza que se tuviera que pagar por salir o entrar al barrio. Lo que no hemos calculado aún es cuántos muertos pusieron los organizadores de las marchas en medio de la pandemia, pero lo que sí sabemos es que el tercer pico de la misma se debió a ellos y su larga meseta en el tiempo fue de su absoluta responsabilidad.
A mis 60 años no estoy esperando un cambio como el de Nicaragua, que lleva 17 años bajo el dominio del otrora guerrillero Daniel Ortega, o de Venezuela, que en sus 22 años de dictadura ha desplazado a más de 5 millones de venezolanos por todo el mundo, que nos recuerdan en las noches, a pleno pulmón pidiendo ayuda, que esto no es la verdadera opción. Y qué decir de Corea del Norte, donde ya no es una dictadura sino un régimen, donde se debe venerar y hacer respetar el linaje de una sola familia, y para finalizar no puedo dejar de nombrar a Cuba, donde después de 62 años de estado comunista todo el pueblo vive en la más discreta pobreza, con un atraso de más de 6 décadas y de la separación miles de familias que no han podido abrazarse mientras sus fundadores murieron en la opulencia o están al borde de hacerlo, todo por el orgullo de haber llegado a gobernar a sus incautos seguidores.
*El autor de este artículo es ejecutivo de Fenalco Bogotá-Cundinamarca; tiene el overol y las botas puestas por la industria del calzado y afines, no solo del barrio Restrepo, sino del Distrito Capital.
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