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Pedidos de calzado no respondieron a las expectativas

LA INDUSTRIA, A PASO DE TORTUGA

Muchos cerraron actividades anticipadamente y podría haber escasez de zapatos en Navidad y el Año Nuevo



Esta es, según los productores de calzado, la peor temporada de los últimos tiempos, tanto así, que durante la pandemia hubo una fabricación sostenida, contrario a hoy, en la que los pedidos fueron mínimos, obligando a dar por terminada la temporada, que no la hubo, la mayoría estamos con altos inventarios… los comercializadores decidieron cancelar pedidos y algunos nos quedamos con el calzado en las bodegas, lo cual es duro para nosotros, por los compromisos que adquirimos con los proveedores de materias primas y laborales, dicen quienes están aceitando las máquinas, a la espera de que el calzado escolar los saque de apuros.

Lo que están viviendo los zapateros es dramático, por el bajonazo en ventas. Los consumidores aún no se deciden a estrenar calzado, están a la espera de que les paguen la prima de fin de año para comprar, no solo zapatos, sino también ropa, que no es nada seguro, por los compromisos de alimentación, arriendos y matrículas, que no dan espera… son prioritarios.

El desempleo se nota a leguas. El mejor termómetro para medir el consumo es la poca demanda de artículos que en Navidad y Año Nuevo eran fijos: calzado y vestuario, que pasaron a un segundo-tercer plano, que eran adquiridos por los millones de empleados, que se quedaron sin qué hacer y han tenido que restringir gastos al máximo. Los ingresos les alcanzan para lo esencial y ahí sí, como dice la canción ¡écheles betún a los zapatos! y lave la ropita, para que el Niño Dios y Papá Noel, lo mismo que el Año Nuevo, nos cojan de la mejor manera, pero sin estrenar, que era y es la tradición, señalan quienes durante los últimos 3 años han tenido que resignarse a lucir las últimas tendencias de moda.

Durante el 2023, las producciones de zapatos pasaron de docenas a pares; pocos comercializadores se atrevieron a almacenar, manejaron el mercado al ritmo de las ventas, y lo más seguro es que habrá escasez de calzado, no hay tiempo para atender pedidos por la crisis de mano de obra. Los operarios que saben, dieron un paso al costado, se dedicaron a otros oficios presionados por la inestabilidad del sector, en el que se paga al destajo (por lo que se haga a la semana), lo cual no garantiza ingresos dignos. Estábamos ganando para el transporte y la comida, ¿y lo demás qué?, se preguntan los obreros, que con dolor en el alma, poco a poco están abandonando la zapatería, que es su pasión, pero de amor no se subsiste, se les escucha a quienes fueron cortadores, guarnecedores y soladores calificados, quienes tenían el pálpito de que la zapatería tocaría fondo por el desorden de la mayoría de las fábricas, especialmente micro, fami y pequeñas, que son satélites… trabajan para las grandes marcas, por ende su responsabilidad contractual con los trabajadores, es casi nula. Lo cual las está llevando al adiós, por producir barato, lo que, sumado a la informalidad, los tiene moribundos, con tendencia a desaparecer.

Este es como el principio del fin para los talleres, en los que hacen, hacían, calzado, situación que es lamentable, para quienes han encontrado en la zapatería un espacio para asegurar lo del diario.

La desocupación que se nos avecina, es grande. En cada taller laboran entre 5 y 10 obreros, entonces sumemos cuántos quedarán cesantes; la clausura de fábricas pequeñas sobrepasa las 200 en Bogotá, mientras que a nivel nacional la cifra podría triplicarse, según los cálculos de los distribuidores de insumos, que ven cómo cada vez más dejan de atender a reconocidos clientes, pero también perciben que surge una nueva generación de productores de calzado, que manejan el negocio de producir y comercializar con criterios empresariales… nada de fiado, comercializador que pretenda sus productos tiene que pagar al contado, o al 50 – 50, para no quedarse embalados, con deudas, que no han debido adquirir, por continuar con el sentimentalismo de que si no les doy plazo a los comercializadores, le comprarán a la competencia. Eso es historia, quienes incursionamos en la industria del calzado, somos conscientes de que es un negocio riesgoso pero que, bien manejado, comenzando por el cuánto invierto y cuáles son mis ganancias, deja buenos dividendos, para consentir a los obreros, que merecen buenos salarios, por aplicar sus conocimientos, que serán más temprano que tarde, beneficios para nuestras empresas, que deben estar a la vanguardia en calidad y con respuestas productivas, se les escucha a las emprendedoras y emprendedores, que aplican, el yo les produzco, pero con garantías de pago, nada de devoluciones, porque los zapatos son recibidos por el comercializador, después de aceptar que el calzado cumple con todos los requisitos.

Aquello de que llévese las puntas, porque no se vendieron, es cuento del pasado, en el que el comercializador para no pagar en los tiempos establecidos, se inventaba cuentos chinos, y le descontaba al fabricante lo que se le vinera en gana. Ahora, es bien hecho y al contado, de lo contrario, sigamos siendo amigos y busque quien lo surta al págueme como pueda, sin derecho a protestar, porque usted es informal.

La legalidad, aunque es exigente, garantiza el gana-gana en la zapatería, que pese a las afugias está en una etapa de renovación, en la que el zapatero continúa siendo sagrado, pero el industrial del calzado es quien impone las condiciones.

El año venidero, con los anuncios del gobierno de que la Economía Popular será fortalecida, los zapateros, confeccionistas y afines tendrán la oportunidad de brillar con luz propia en las pasarelas… Estamos cerca de que a los actores de la industria de la moda se les reconozca su compromiso con el desarrollo empresarial y social, son generadores de empleo invisible, por lo que deberán ser premiados, sin regalarles nada, brindándoles las garantías suficientes para que no den el paso al costado, porque, además de estar huérfanos en respaldo, el contrabando también les hace zancadillas.

A los zapateros y confeccionistas hay que rodearlos. El Yo Compro Colombiano deberá ser una realidad, no un sentimiento.


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