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Con la misma moneda

MARCHAS Y MÁS MARCHAS

Los empresarios, no solo de la industria de la moda, sino de la economía en general, se resisten a los cambios que quiere hacer el gobierno de Gustavo Petro, porque se incrementan los costos.



El salir a protestar se volvió una moda en Colombia, en la que, en cualquier momento y sin previo aviso, los ciudadanos paralizan las ciudades, lo cual le está generando graves consecuencias a la economía.

Eso no es nuevo, pero ahora son más notables por el desempleo, el hambre y el retroceso empresarial que se está viviendo. Durante los gobiernos de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque, culparon a Gustavo Petro de ser el promotor de las parálisis. Ahora es al contrario, los opositores de Petro lo quieren poner contra la pared por los cambios que desea imponer a todos los niveles y que, según los empresarios, le harán un inmenso daño a la economía, porque se les hará imposible sostener el empleo, dados los altos costos que tendrían que asumir.

La reforma laboral, al sistema de salud y pensional son las más controvertidas, situación que tiene revolando a los inversionistas y a la clase política, que se oponen a que Petro realice cambios profundos, que se podrían hacer, pero gradualmente… no de un solo plumazo.

Gustavo Petro le pide a la gente que respalde sus proyectos, saliendo a las calles, mientras que los contradictores hacen lo mismo, lo cual es un caos para el desarrollo económico del país, que necesita que se mueva el aparato productivo y mucho más ahora, cuando se están evidenciando las consecuencias de la pandemia, que no solo generó dolor y lágrimas, sino demasiada pobreza por el encerramiento que paralizó todo.

Uno de los sectores que más ha sentido el nuevo estilo de gobierno es el de los industriales del calzado y afines, lo mismo que textiles y confecciones, que no encuentran cómo producir y comercializar. El poder adquisitivo cayó ostensiblemente por la escasez de ingresos de quienes tenían empleo, alguna ocupación y ahora, si acaso, consiguen para medio alimentarse.

Las empresas de calzado organizadas, en su mayoría tuvieron que decirles a muchos de los operarios, no más. No hay ventas, es imposible sostenerlos. Cuando hayan pedidos los volvemos a llamar. Muchos de quienes se quedaron sin que hacer, comenzaron a producir pares de zapatos. A algunos les ha ido bien y otros han tenido que buscar oficios diferentes, como en la construcción y en las ventas callejeras, que tienen saturado el espacio público. Algo similar pasa con los fabricantes de vestuario.

Las marchas se convirtieron en una piedra en el zapato para el desarrollo económico. Quienes las promueven tienen sus propios intereses: el gobierno quiere que la torta sea compartida y los políticos defienden su lonchera y la de los industriales, que los patrocinan para que, mediante leyes, afiancen su poder, que está concentrado en un pequeño grupo, entre ellos los banqueros y las multinacionales, que se resisten a pagar los verdaderos impuestos, que, según analistas, son cancelados en pleno por los microempresarios, que pagan hasta la risa para que los dejen trabajar.

La batalla de poderes, dicen unos, no es por el bienestar de más de 50 millones de colombianos, sino por los millonarios recursos que están en juego. Si la plata que llega a las arcas del Estado fuera bien distribuida, viviríamos como reyes. La clase política, parece mentira, está saliendo a marchar, lo cual es increíble… antes si acaso se veían en la televisión.

Los zapateros y confeccionistas, que gracias a sus ingeniosas prendas aún se mantienen, no necesitan marchar junto a quienes dicen defender su bienestar. Los actores del sistema moda: Curtidores de cuero, zapateros, textileros, confeccionistas y afines, como sucedió el 13 de junio de 2013, cuando Gustavo Petro era el alcalde Mayor de Bogotá, son capaces de llenar la Plaza de Bolívar.

Habrá que volver a hacerlo, pero ahora con Petro como presidente de Colombia, un admirador de los zapateros y confeccionistas, a quien directamente se le tendrá que presentar un documento en el que se comprometa a sacar adelante esta cadena, que no tiene dolientes en el Senado, la Cámara y el gobierno. Lo que hacen a nivel barrial los zapateros y confeccionistas no tiene ningún impacto, lo cual deberá cambiar, pues las diferentes organizaciones que dicen llevar las banderas de la industria de la moda, tienen más apetito politiquero que una verdadera acción social que mejore las condiciones del pequeño empresariado.

En la marcha del pasado 20 de junio, muchos esperaban que los zapateros del barrio Restrepo salieran a marchar en masa y no fue así. El Parque La Valvanera, que era el punto de encuentro, se vio desolado, en una muestra del descontento que existe en el sector, que ha sido utilizado por quienes ni siquiera lucen zapatos hechos en el Restrepo y en Colombia.

El día que volvamos a marchar solo los zapateros y confeccionistas, lo haremos, mientras tanto no. Las marchas de hoy son más para medir quién tiene más poder político: la oposición contra Petro o Petro contra la oposición. La mejor manera de protestar como están las cosas, es trabajando, utilizando el tiempo en lo que más sabemos confeccionar: calzado y ropa.

El sistema moda de Colombia es fantástico. Quienes hacemos parte de él tenemos que despertar… organizarnos. Los zapateros somos alérgicos a laborar en equipo, pero ha llegado el momento de unirnos y de legalizarnos para exigir los derechos que nos corresponden como protagonistas del desarrollo económico, señalan los fabricantes de calzado del Restrepo y de Bogotá.


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