EL GREMIO INVISIBLE
PARA nadie es un secreto la crítica situación de la economía colombiana y dentro de ella la caída pronunciada de nuestro gremio. No se puede ocultar el sol con un dedo. La reducción de las ventas, los altos costos de las materias primas, la carga impositiva, el contrabando, la informalidad, las políticas laborales del gobierno y una serie de adversidades han llevado a la reducción de personal, de producción o al cierre definitivo.
Dentro de mi actividad diaria tengo contacto directo con fabricantes de calzado o marroquinería y distribuidores de cuero. La realidad es preocupante. Las explicaciones son evidentes. Pero los empresarios colombianos son tercos, no se dejan vencer, luchan por sobrevivir. Sin embargo, la batalla es dura y desigual.
Desde la pandemia, el consumidor de calzado cambió su comportamiento de compra. Ahora busca comodidad, moda, marca. El cuero ha sido desplazado poco a poco por las lonas, las telas u otros materiales. Desde el abuelo hasta el nieto se calzan de otra manera. Basta con mirar los pies de la gente en cualquier escenario y ya no tenemos los mismos modelos ni los materiales de hace 10 años.
Una de las grandes y tradicionales fábricas de Colombia, con más de 80 años de existencia, dejó de manufacturar en el país. Despidió al 70% del personal, importa calzado de China y lo distribuye en sus almacenes a unos precios muy competitivos. Ojo, no son productos de baja calidad. No todo lo que viene del oriente es basura, no nos engañemos.
Aunque muchas personas no le dan importancia al efecto de las aplicaciones y las ventas por internet, este es un mercado en crecimiento exponencial que a mediano plazo arrasa con los sistemas tradicionales de comercialización. Es tan fuerte la incidencia de la tecnología que los bancos y las empresas de servicios públicos fomentan el pago vía transferencias electrónicas. Ahora no se desplazan las personas, se mueve la información.
En medio de tantos cambios nuestro sector tiene que fortalecerse o padecer graves consecuencias. No hay marcha atrás y solo hay una opción: adaptarse. Tenemos que sacarle provecho a las múltiples posibilidades que brindan las nuevas realidades. No es fácil, pero tampoco es complicado. Dentro de nuestro gremio ya hay varias empresas encaminadas. Sus ventas virtuales funcionan, crecen y mejoran el flujo de caja. Son años de persistencia que ya dan frutos.
Otro factor que siempre ha sido una piedra en el zapato es la escasa y mediocre gestión de las asociaciones o entes que agrupan al sector. La desunión es el común denominador. Al colombiano le cuesta trabajar en equipo, porque su idiosincrasia es así. No en vano -para citar un ejemplo- hemos tenido poco éxito en los deportes de conjunto. Casi siempre los grandes logros son esfuerzos aislados e individuales.
Ante el Gobierno nacional o el Congreso somos un grupo de gente dividida que no representa de forma monolítica al gremio. No somos importantes a pesar de generar muchos puestos de trabajo y contribuir con el crecimiento del país. En los medios de comunicación siempre aparecen los directores ejecutivos de diversos sectores que se hacen sentir y son visibles para la opinión pública.
Tal como pinta el futuro y al hacer un análisis de los últimos treinta años, las expectativas no son halagadoras. Venimos en un decrecimiento progresivo, sin estrategias o políticas que detengan -al menos- la tendencia. Quejas, lamentos, esfuerzos aislados e inanes, pura palabrería sin acciones.
Parece que la fabricación de manufacturas será absorbida por las economías de escala. China, India, Brasil, México, entre otras. Así ha pasado con industrias como la automotriz. El volumen de producción más las tecnologías de vanguardia les dan la ventaja competitiva.
Otro agravante es la comercialización que será copada por los grandes monstruos de las ventas virtuales. Lentamente se apoderan de todo y se cree que en un lapso corto tendrán el 80% de la distribución mundial de bienes y servicios. Es algo inevitable, no importa que tratemos de ignorarlo. La actitud de meter la cabeza entre la tierra como el avestruz no funcionará.
Trabajé hasta hace muy poco con una de las curtiembres más importantes de Colombia. En el año 1998 facturamos cerca de 25.000 hojas de cuero con relativa facilidad. Había por lo menos 100 fábricas grandes de manufactura que solo usaban cuero como materia prima principal. Era otro mundo. La cartera rotaba bien, los precios de los productos químicos eran razonables y el cuero crudo fluctuar dentro de parámetros manejables. El negocio funcionaba con buena rentabilidad e incluso nos dábamos el lujo de cerrar la toma de pedidos en octubre de cada año.
En la actualidad quedan 4 o 5 curtiembres de categoría y solo existen 15 o 20 fábricas grandes de calzado y marroquinería en todo el país que usen al cuero como su insumo básico. Con la desventaja de que la mayoría paga a más de 150 días y algunas a un año. Es un fenómeno insostenible. No hay capital ni utilidad que aguante dichas condiciones.
El panorama es desolador. La otrora gloriosa y exitosa cadena del cuero, calzado, marroquinería y afines toca fondo. Por más ganas y optimismo que pongamos hay una realidad irrefutable. Se necesitan medidas urgentes porque el derrumbe se nos vino encima y estamos paralizados.
La cantidad de fábricas y curtiembres que han desaparecido en treinta años es aterradora. En lugar de crecer, el gremio languidece sin dolientes, sin acciones, sin remedio a la vista. Los que vivimos esos años maravillosos en los que brilló el gremio no damos crédito a este caos.
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