LO VIRTUAL, LO ARTIFICIAL Y LO VERDADERO
La inteligencia humana jamás será reemplazada…
UNA VEZ más: vivir para contarlo y verlo para narrar la verdad, deberá prevalecer en un mundo globalizado, en el que la inteligencia artificial, con tantas novedades, está paralizando la mente de quienes no creen en lo que tienen en sus manos, sino en las fantasías que les muestran en las redes sociales, promovidas desde los computadores y celulares, por quienes se atreven a manifestar que están transformando la humanidad, y sí, pero no es para el bien de hombres y mujeres; lo que están es coartando la libertad de pensamiento y atándole las manos a quienes deberán llevar siempre la batuta del planeta Tierra.
Nadie está en contra del cambio, que debe ser gradual, de acuerdo al desarrollo de la gente, que dependiendo de la época está obligado a manejar la vida.
Agilizar procesos no significa que solo debamos mirar el Sol y la Luna, sentir pasar el viento y que las manecillas del reloj nos señalen la hora y si es de noche o es de día, no. Bienvenida la transformación, que no podrá tragarse a los seres de carne y hueso, de lo contrario, todo morirá. Los robots necesitan del pensamiento humano, alguien tendrá que guiarlos… programarlos.
Da hasta risa cuando, quienes promueven la comunicación, manifiestan en voz alta: todos los contenidos los manejamos en redes: son tres o cinco frases, que consideran como pedagogía, y tener el mundo a sus pies, porque alguien por curiosidad le dio visto y para los cerebros de la virtualidad es una verdad, cuando es artificial, que tiene tanto de ancho como de largo.
La microeconomía, sin importar el arte, cayó en esta red, pero con el trascurrir del tiempo ha tenido que volver sentar los pies, al observar que sus manos son las que hacen funcionar su inteligencia, que lo demás son ayudas que dinamizan, más no solucionan nada.
En la zapatería y las confecciones, especialmente de microempresas tradicionales, se estaba evidenciando que los operarios ya no eran necesarios y qué error tan grande.
La mano de obra se desvaneció. Hoy, encontrar un trabajador calificado en corte, guarnición y montaje es difícil, por el envejecimiento de quienes conocen del oficio, del escaso relevo generacional y por la inestabilidad laboral que, con excepciones, garantiza salarios dignos.
A mí, le dijo un guarnecedor al Periódico El Peletero, mientras prevaleció la producción artesanal, me trataron como a un rey; el patrón se tecnificó y paticas a la calle. Pensó que las máquinas lo hacían todo y no es así; después quiso recomponer el equipo de trabajo y fue tarde.
La industria de la moda de Colombia (zapateros y confeccionistas), que está agonizante, podría recuperar los espacios perdidos aplicando la fórmula de juguemos en equipo, para recuperar el mercado que busca artículos de calidad, saludables y de últimas tendencias, que los sabemos hacer, pero las emociones momentáneas han dado al traste con ese propósito, en el que la reinversión es mínima… la zapatería requiere de un mejoramiento diario.
Y no es ningún secreto que, mientras no seamos más competitivos e impere la formalidad, los zapateros, confeccionistas y afines serán presa fácil de los comercializadores, que aprovechan las debilidades para, en vez de fortalecerlos, eliminarlos, excusa perfecta para que los productos asiáticos entren al país, con o sin documentos que los acrediten como importaciones legales.
Que pena señores y señoras, pero nos amarramos bien los pantalones y los zapatos, o será una realidad que nos eliminarán de la actividad empresarial.
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